
Así quiere el lobby del petróleo colar la trampa de los biocombustibles tras 2035
Un nuevo informe alerta sobre el riesgo de permitir coches de combustión con biocombustibles tras 2035. Cada coche necesitaría el equivalente a 120 cerdos al año para funcionar con grasa animal en una estrategia que aumentaría la dependencia, el fraude y frenaría la electrificación real.

Un coche alimentado exclusivamente con grasa animal necesitaría el equivalente a 120 cerdos al año para funcionar. Esta es una de las cifras que lanza el último informe de la organización Transport & Environment (T&E), en el que se advierte sobre el enorme riesgo que supondría permitir una excepción en la normativa europea de 2035 para los coches de combustión, a favor de los biocombustibles.
La presión de la industria del petróleo y de los fabricantes de coches de combustión sigue siendo fuerte. Y ahora proponen que, incluso después de 2035, se puedan seguir vendiendo coches térmicos si utilizan biocombustibles. Pero detrás de esta aparente solución “verde”, se esconde un problema serio: la falta de recursos sostenibles para alimentar una demanda creciente.
La falacia de los residuos: los números no cuadran

El informe de T&E pone sobre la mesa un dato alarmante. Si se abre la puerta al uso de biocombustibles en coches nuevos más allá de 2035, la demanda total en Europa se dispararía entre 2 y 9 veces por encima de lo que puede producirse de forma sostenible.
Y el problema no es solo de coches. También hay que tener en cuenta los sectores de aviación y transporte marítimo, que ya por sí solos necesitarán, en 2050, el doble de biocombustibles avanzados de los que Europa puede generar, incluso en el mejor de los escenarios.
Los biocombustibles “avanzados”, como la grasa animal o el aceite de cocina usado, no son escalables. Hoy en día, el 80% del aceite de cocina usado que se consume en Europa se importa desde países como China o Malasia. Y en cuanto a las grasas animales, el escenario es igual de preocupante: 1,3 millones de toneladas al año terminan en los depósitos de los coches europeos. Eso equivale a unos 200 millones de cerdos sacrificados solo para producir combustible.

Y lo más grave: cada nuevo coche movido con grasa animal necesitaría unas 120 reses porcinas al año. En el caso del aceite usado, un coche necesitaría consumir el equivalente a 25 kilos de patatas fritas diarios para poder circular.
Esto no solo es inviable desde el punto de vista logístico y medioambiental, también lo es en términos de seguridad alimentaria y coherencia con los objetivos climáticos de la UE.
Más dependencia, más fraude, menos sentido

Con este panorama, la consecuencia más lógica sería una mayor dependencia de las importaciones. Actualmente, el 60% de los biocombustibles en Europa ya vienen de fuera, y con la demanda futura que generaría esta “puerta trasera” legal, la dependencia podría alcanzar el 90% en 2050.
Esa presión abriría también la puerta a otro riesgo grave: el fraude en la certificación de estos residuos. Ya ha ocurrido. Europa ha importado tres veces más aceite de cocina usado de Malasia del que puede recolectarse allí, según investigaciones anteriores de T&E. También ha entrado en Europa más subproducto de palma de lo que puede producirse globalmente.
Con estas cifras, es evidente que el lobby del coche de combustión y del petróleo busca mantener su negocio sin una verdadera transición ecológica. Solo la semana pasada, asociaciones como VDA y CLEPA, junto con 28 empresas del sector del combustible, pidieron a la Comisión Europea que los coches que funcionen con biocombustibles se consideren “cero emisiones” a partir de 2035.

Incluso la patronal europea ACEA ha solicitado una “implementación pragmática” de la norma para poder seguir registrando coches nuevos con combustibles supuestamente neutros en carbono.
Pero como ha señalado Lucien Mathieu, director del área de automoción de T&E: “Los europeos no podemos comer suficientes patatas fritas ni criar suficientes cerdos para mover ni una fracción de los coches, barcos y aviones que se pretenden alimentar con biocombustibles. ¿Por qué seguimos apostando por una no-solución cuando ya existe una alternativa real como el coche eléctrico?”.
Porque sí, al final la pregunta es esa. ¿Por qué forzar la maquinaria para seguir utilizando motores térmicos, cuando los coches eléctricos ya ofrecen una solución limpia, eficiente y con futuro? Apostar por los biocombustibles no solo retrasa lo inevitable: pone en riesgo la sostenibilidad real y la competitividad de Europa en el mercado global.
Fuente | T&E


