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La subida de los carburantes, el nuevo iva y los coches eléctricos

Estos días estamos de nuevo contemplando con los marcadores de los precios de las gasolineras son actualizados a un ritmo que pronto necesitarán personal sólo para esa labor, y unas actualizaciones que a pesar de que el petróleo se mantiene en un precio estable, son siempre al alza.

A esto tenemos que sumar los famosos céntimos sanitarios que algunas comunidades aplican a lo que se unirá en septiembre la subida del 3% del iva, lo que nos plantea un escenario donde tendremos que acostumbrarnos a ver precios por encima del 1.50 euros el litro. Ante este panorama la necesidad de afrontar un cambio radical en nuestra movilidad se ha vuelto cada vez más urgente, ya no por cuestiones de dependencia energética, o por medioambientales si no por una simple cuestión de supervivencia, donde debemos apostar por la movilidad eléctrica, pero de verdad.

Y es que a pesar de su importancia estratégica y como un motor económico, algo que han destacado voces tan autorizadas como la de Carlos Ghosn, presidente del grupo Nissan-Renault, la movilidad eléctrica en España no pasa de ser una moda que apenas ha tenido impacto en nuestras carreteras, y a pesar del aumento de ventas respecto al año pasado, las cifras son muy pobres y durante los primeros seis meses se han vendido en España 359 coches eléctricos, de los cuales más del 80% han llegado a manos de empresas o los propios concesionarios como vehículos de demostración.

Esto resulta hasta cierto punto difícil de creer si tenemos en cuenta que en España estamos pagando una tarifa por los carburantes de las más altas de Europa, a lo que debemos sumar una subida del iva en el mes de septiembre, que pasará del 18 al 21%, lo que provocará una nueva subida.

En lugares como Alicante o Valladolid, se encontrarán a la vuelta de las vacaciones con el psicológico 1,50 euros marcado en los surtidores de su provincia, lo que encarecerá todavía más el sacrificio de llenar el depósito de los coches, y que profundizará todavía más la caída del poder adquisitivo de los ciudadanos y empresas.

Con los fríos números en la mano, incluso con sus elevados precios, los coches eléctricos actuales suponen una alternativa muy interesante a nivel económico respecto a los modelos con motor de combustión, y nada mejor que un ejemplo en número para ilustrarlo.

Imaginemos que vivimos en Alicante, o cualquiera de las comunidades que sufren el céntimo sanitario, donde en septiembre pagaremos el litro de gasolina a 1,50 euros, esto quiere decir que solamente en carburante y recorriendo una media de 55 kilómetros diarios, seis días a la semana, supondrá un total de  20.000 kilómetros anuales.

Con el precio de la gasolina a 1,50 el litro, y un gasto medio ciudad/carretera de unos 7 litros cada 100 kilómetros, el propietario de un modelo como el Renault Megane tendrá que desembolsar 2.100 euros al año en carburantes, lo que después de cinco años y 100.000 kilómetros supondrán un total solamente en combustible de 10.500 euros.

Por su parte el propietario de un coche eléctrico, con un consumo medio real de unos 15 kWh cada 100 kilómetros, recorriendo los mismos 20.000 kilómetros anuales, tendrá que desembolsar unos 630 euros en electricidad al año, siempre que recargue en hora punta y no recurra a una tarifa de discriminación horaria. Esto supone después de los 100.000 kilómetros un gasto eléctrico de 3.150 euros.

En total, después de cinco años la diferencia será de 7.350 euros a favor del eléctrico, a lo que tendremos que sumar los costes del mantenimiento del gasolina, además de otros de carácter local, como la factura del aparcamiento en zona controlada, y los diferentes impuestos.

Pero lo más importante, además de un ahorro que permitirá a las familias amortiguar el golpe de la crisis, tendremos que sumar una ingente cantidad de efectivo que en lugar de fugarse hacia los países productores de petróleo, se quedarán gran parte dentro de nuestro sistema, ayudando de esa forma a un problema de liquidez que nos ahoga con más fuerza cada día, mientras que fuera de nuestras fronteras, vemos ejemplos como la policía de Qatar comprándose una flota de Porsche para el servicio de patrulla.

Por lo tanto, desde las instituciones debe incentivarse no solamente la compra de coches con las ayudas directas, si no también con fuertes inversiones en el sector de los puntos de recarga, que son la pieza clave para el correcto desarrollo de una tecnología que afronta sus primeras fases, y que lo hace plagado de limitaciones, pero unas limitaciones que se pueden mitigar con una buena red de estaciones de recarga.

El primer punto de recarga rápido inaugurado en España, julio 2012

Esto es algo que ya han comprendido estados mucho más desarrollados que el nuestro, como Noruega, donde el gobierno está desplegando con dinero público, una red de puntos de recarga rápidos que no estarán separados por más de 30 kilómetros entre ellos, y no olvidemos que Noruega es un importante productor de petróleo.

También vemos ejemplo más recientes y cercanos, como el aumento de las ayudas públicas en Francia, donde los coches eléctricos tendrán hasta 7.000 euros, a lo que también sumamos un importante despliegue de puntos de recarga en alianza con Nissan, que supondrá la instalación de más de 1.000 de estas estaciones por todo el suelo francés, mientras que en España, contamos con los dedos de la mano las nuevas instalaciones de aquí a final de año.

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