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Donald Trump tiene un plan para frenar la invasión de los coches eléctricos chinos

En los últimos años hemos sido testigos como el gobierno chino destinaba decenas de miles de millones a subvencionar tanto la compra de coches eléctricos, como en el desarrollo de nuevas marcas y la evolución de sus productos. Todo para lograr que en la nueva era del automóvil los fabricantes del gigante asiático sean mucho más que simples fabricantes de copias de mala calidad.

El resultado es un espectacular florecimiento de cientos de nuevas marcas, tanto de reciente creación como otras salidas como filiales de los grandes fabricantes. Incluso muchas en colaboración con los fabricantes occidentales. Unos modelos que durante el pasado Salón del Automóvil de Shanghái enseñaros sus poderosos argumentos, y también sus intenciones de expandirse más allá del mercado de China.

Europa y Estados Unidos son los principales objetivos de estas marcas que prometen vehículos competitivos, y de bajo coste. Algo que sin duda tendrá un impacto en unos mercados dominados por marcas totalmente adormiladas que sólo se han movido algo por el impacto de la llegada de nombres como Tesla. Algo que puede quedarse en pequeño si lo comparamos con el potencial actual de los chinos, a lo que se pueden sumar los planes de fabricantes occidentales que han levantado líneas de producción para enviar a Europa y Norteamérica.

Desde Estados Unidos ya han comenzado a prepararse para el asedio. Esta semana el presidente Donald Trump ha presentado una serie de medidas proteccionistas, y entre las que destacan los aranceles a los productos chinos, incluyendo los coches, que pasarán del 10 al 25%. Una cifra que incluso se rumorea podría seguir creciendo.

El objetivo es mantener controladas unas importaciones desde China que de momento son anecdóticas para los norteamericanos. De los 1.2 millones de coches exportados el pasado año por el gigante asiático, apenas 10.000 modelos eléctricos o híbridos han llegado al mercado estadounidense. Una cifra que quieran seguir frenando a base de aranceles que según los expertos, tendrán continuidad en los próximos años.

Un reto para los fabricantes chinos que tendrán que afrontar estos impuestos, lo que reducirá su rentabilidad, y sobre todo desanimará a las empresas menos potentes a lanzarse a la aventura americana, lo que puede provocar que todas las miradas del mercado exterior se fijen en una Europa que está abierta de par en par por la poca competitividad de las marcas locales, y los acuerdos comerciales con China.

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