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El absurdo sensacionalismo contra los coches eléctricos chinos, a los que acusan de poder paralizar un país

A nadie se le escapa que los coches eléctricos chinos se han convertido en pocos años en una fuerza emergente que amenaza con comerse buena parte del mercado mundial. Una expansión que ayudará a acelerar la transición energética, y que está siendo visto por algunos como una amenaza incluso para la seguridad nacional.

Es el caso de algunos medios británicos, que están vertiendo graves, y absurdas, acusaciones contra el posible poder que tendrá China sobre occidente gracias a los coches eléctricos.

Según el medio conservador británico GB News, el proyecto de Reino Unido de prohibir las ventas de nuevos coches en 2030 es una medida que ha recibido fuertes críticas por parte de la industria, que pide su retirada ya que supondrá una alfombra roja para la entrada de los grupos chinos en nuestro mercado.

Citan informes como el publicado por el profesor Jim Saker, presidente del Instituto de la Industria del Motor (IMI), que ha sugerido que el ascenso de los coches eléctricos chinos podría generar «importantes problemas de seguridad».

Advirtió que algunos modelos fabricados en China podrían controlarse de forma remota. Según el profesor: «Un fabricante puede estar en Shanghái y podría detener de forma remota a entre 100.000 a 300.000 automóviles en toda Europa, paralizando así a un país«.

Una de las soluciones que se plantean sería el de revisar a fondo los vehículos para detectar si tienen  software espía u otros problemas que podrían afectar su funcionamiento. Sin embargo, el profesor Saker dijo que no sería factible probar miles de vehículos para verificar si hay componentes maliciosos en todos ellos de forma individual.

Opinión

Sin duda, la acusación de que un fabricante pueda paralizar cientos de miles de coches a distancia es totalmente disparatada. No sólo por las consecuencias que tendría para la propia marca, que desaparecería de forma inmediata del mercado europeo, sino que además el resto de grupos chinos se verían también salpicados por un escándalo de magnitud insondable.

Un movimiento que no beneficiaría a nadie, salvo a los grupos occidentales, que podrían ver como un error de este tipo les permitiría recuperar terreno perdido.

Un terreno que podrían no haber perdido de haber adoptado una estrategia más ambiciosa desde el primer momento, y que todavía están a tiempo de enmendar y lograr frenar la inminente sangría de ventas que se avecinan si no cambian de dirección.

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