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España sigue a la cola de Europa en ventas de coches eléctricos. ¿Cuáles son las razones?

Según datos, en 2020 en el conjunto de Europa sólo el 5,4 % de los coches vendidos eran eléctricos puros. A estos podríamos añadir otro 5.1% de híbridos enchufables, lo que nos permitiría ver un esperanzador 10.5% de cuota de venta que supondría triplicar los datos del 2019. Pero dentro de estas estadísticas también destacan los malos números que ha logrado España, que se ha colocado en los últimos puestos por detrás de estados con menos renta per cápita.

Los estados que más ventas han logrado en 2020 han sido Alemania, con 395.000 unidades entre eléctricos e híbridos enchufables, con 191.000 eléctricos puros, lo que le permite lograr una cuota de mercado eléctrica del 13.5% sumando ambas tecnologías.

Por detrás encontramos a Francia, con 186.000 unidades, o un 11.4% de cuota de mercado en un lugar donde los coches eléctricos con amplia mayoría, 110.000 unidades o el 60%.

¿Y qué pasa en España

En nuestro país el pasado año apenas el 4,8 % de los automóviles vendidos eran enchufables, con 18.000 eléctricos puros, 2,1 % del total del mercado, y 23.000 híbridos enchufables, 2,7 % del mercado. Unas cifras algo maquilladas por la mayor caída de ventas de coches convencionales en España, donde los registros han retrocedido un 32.3%, cifra que podemos comparar con el 19.1% que ha caído en Alemania o el 25% en Francia.

Las razones para esta mayor diferencia la podemos encontrar principalmente en la casi total inacción de las administraciones públicas, que continúan dando bandazos sin poner en marcha un programa serio y efectivo de ayudas. Algo que provoca un marco legal y comercial muy inestable donde la gente prefiere mayoritariamente esperar para hacer su compra.

Por el contrario Alemania y Francia, además de Portugal, e Italia, han puesto la maquinaria en funcionamiento para lograr que las ventas de coches eléctricos aumenten y logren parar la hemorragia de matriculaciones de los modelos diésel y gasolina.

No solo en forma de ayudas directas, que en Alemania llega a los 9.500 euros además de una reducción temporal del IVA en 2020 que bajó del 19 al 16%. En Francia el incentivo llega a los 10.000 euros, y además incluye ayudas a las rentas más bajas para adquirir coches de segunda mano. Algo que ayuda también a animar el mercado de coches nuevos.

Otro aspecto fundamental para animar las ventas de eléctricos es la infraestructura de recarga. En Alemania el programa de incentivos al coche eléctrico hasta 2030 tendrá 130.000 millones de euros de presupuesto, y entre los objetivos está la puesta en marcha de 1 millón de puntos de recarga públicos.

Para ello se han puesto en marcha iniciativas como el abonar el 30% del coste de un cargador y su instalación para un sistema en el hogar, además de otorgar hasta 3.000 euros a las instalaciones de carga rápida en lugares públicos, o la exención de impuestos para los puntos de recarga en los lugares de trabajo.

Mientras tanto en España se ha puesto en marcha dentro del Plan MOVES II una serie de actuaciones, como la ayuda de hasta el 30% del coste del equipo e instalación hasta los 100.000 euros, en un proyecto que pretende poner 50.000 puntos de recarga entre 2020 y 2023. Una cifra ínfima.

Hoy se puede confirmar un nuevo ridículo del programa de ayudas al coche eléctrico en España

A esto se añaden las múltiples trabas a las que todavía se enfrenta el sector, tanto desde el punto de vista regulatorio, que hace que poner en marcha una estación pueda suponer años (literalmente) de espera una vez colocados los equipos, algo a lo que también ayuda la lenta respuesta de las compañías eléctricas y distribuidoras, sin ningún «impulso» por parte de la administración. Algo que alarga los plazos en algunos casos hasta niveles absurdos, en estaciones que recordamos en muchos casos han sido sufragadas con impuestos y que durante meses o años sólo dan un poco de sombra.

Por lo tanto el resumen es que el problema de España no es solo su menor capacidad económica respecto a Alemania y Francia. Es que a este importante hándicap se suma un proyecto de ayudas caótico, y la falta de una red de recarga más densa.

Una tormenta perfecta que frena una demanda latente que posiblemente no llegaría a los niveles de Alemania o Francia, pero que sin duda debería ser superior a los datos actuales.

Y no pensemos que esto tiene como resultado «solo» unas menores ventas o mayor reducción de emisiones, sino que además se añade que con un menor mercado interno, y unas administraciones claramente fuera de juego, no se favorece la instalación de industrias como la fabricación de baterías y todo el ecosistema que rodea al coche eléctrico que debería ser una de las claves de la salida a esta actual crisis. Algo que provoca que el grueso de las inversiones no sólo se estén marchando a los habituales polos de atracción de Alemania, Francia o los países del Este de Europa, sino incluso encuentran lugares más interesantes en emplazamientos como Suecia o Noruega.

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