
Estalla la burbuja del hidrógeno en Europa (y España apostó muy fuerte por él)
La industria del hidrógeno se aleja cada vez más de los objetivos marcados a corto, medio y largo plazo. Los datos de 2024 evidencian la ruptura de una burbuja en la que muchos nunca llegaron a creer.

Hay quien ha llegado a considerar que el hidrógeno vive en una burbuja similar a la de las criptomonedas o la inteligencia artificial (IA). Y quizá los datos estén comenzando a darles la razón, ya que las perspectivas son cada vez menos halagüeñas.
Así se desprende del informe European Hydrogen Markets 2025 elaborado por la Agencia para la Cooperación de los Reguladores de la Energía (ACER por sus siglas en inglés). En el mismo, se analiza el progreso del sector en 2024, y lo cierto es que resulta decepcionante para quienes confiaban en el hidrógeno como futuro energético europeo.
El hidrógeno crece, pero a un ritmo preocupante
El primer dato que llama la atención del estudio de ACER es que, en 2024, se instaló en Europa una capacidad de electrólisis de 308 MW, lo que supone un incremento anual del 51 %. Lo malo es que este dato está muy alejado de las previsiones y, sobre todo, de lo que la industria necesita para cumplir sus objetivos de cada a 2030.
Para entonces, Europa pretende contar con 40 GW de capacidad, que ascienden hasta los 54 GW si se tienen en cuenta los planes nacionales. Sin embargo, los retrasos regulatorios, la cancelación de diversos proyectos y las cada vez mayores dudas sobre la viabilidad económica del hidrógeno como protagonista en la descarbonización industrial están pinchando la burbuja.
Tanto es así, que ni siquiera sumando los proyectos actualmente en construcción se cumplen los objetivos, ascendiendo la capacidad a apenas 1,8 GW. Así, ACER alerta de la necesidad de un crecimiento vertiginoso a corto plazo si Europa sigue queriendo reducir costes y ganar competitividad.

El hidrógeno verde es demasiado caro
Una de las consecuencias directas de un ritmo tan lento de crecimiento es que los costes no se reducen. De hecho, el hidrógeno verde ronda actualmente un precio de 8 euros por kilogramo, lo que en la práctica supone cuatro veces más de lo que se considera razonable para equipararlo al gas natural.
A consecuencia de ello, la imprescindible reducción de dichos costes ya no podrá garantizarse a corto o medio plazo, situación a la que contribuyen una electricidad renovable más costosa y un despliegue de la electrólisis excesivamente lento.
Estos son requisitos imprescindibles para generar economías de escala, por lo que en esta batalla los combustibles fósiles continúan ganando la partida en perjuicio del hidrógeno renovable.
España se mantiene a la cabeza
La situación general del sector afecta de forma diversa a los países de Europa. Entre los más competitivos se encuentran Alemania, Dinamarca y España.
Los primeros lideran con una red de hidrógeno de más de 9.000 kilómetros —de los cuales más de la mitad provienen del sistema gasista—. Además, el país centroeuropeo ha aprobado tarifas que facilitan el arranque del mercado y prevé una capacidad de entrada de 101 GW.
En cuanto a Dinamarca, el proyecto The Seven —previsto para 2030 y que incluye un corredor desde Esbjerg hasta la frontera con Alemania— apunta a ser uno de los primeros enlaces internacionales, mientras el país ya ha activado financiación estatal, regulaciones y reservas obligatorias, entre otras medidas.
España, por su parte, cuenta con la ventaja de contar con una notable capacidad de energía renovable y precios eléctricos favorables, lo que supone una ventaja a la hora de reducir costes. Además, pretende contar con 12 GW de electrólisis para 2030, lo que supone uno de los objetivos más ambiciosos del continente.
La demanda es la clave
El informe de ACER llega a la conclusión de que todo ello necesitará de forma imperiosa un aumento inmediato y sostenido de la demanda de hidrógeno, con el transporte pesado terrestre y marítimo como principales impulsores de la misma.
De lo contrario, Europa no podrá hacer frente al despliegue de hidrógeno verde y los 20.000 millones de euros destinados a ayudas correrán peligro de echarse a perder.
En este sentido, ACER también señala el impacto negativo del retraso en la creación de regulaciones sólidas, cosa que de momento solamente Dinamarca e Irlanda han hecho al notificar a la Comisión Europea la transposición completa de la directiva RED III.


