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Opinión: 2019 será un año de examen para los fabricantes alemanes

En 2018 hemos visto como se producían importantes movimientos en la industria del automóvil. Especialmente dentro de la todopoderosa industria alemana que lucha por su futuro después de un duro escándalo de emisiones del grupo Volkswagen que además de fuertes multas en algunos mercados, ha provocado el despertar de una conciencia de los peligros de las emisiones de los motores diésel.

Pero este evento también ha servido de aval para la puesta en marcha de las primeras medidas de expulsión de los coches con motor de combustión del centro de muchas ciudades, sobre todo en la propia Alemania, además de ayudas al incremento del interés del público general en los muchos beneficios del coche eléctrico.

Todo comenzó cuando en 2015 el grupo Volkswagen fue pillado manipulando las emisiones de sus coches diésel. Desde que estalló el escándalo en septiembre de ese año, la crisis de VW se ha extendido a toda la industria. Los propietarios de este tipo de vehículos deben lidiar con más y más ciudades que prohíben  total o parcialmente el acceso al centro de las ciudades.

Grandes urbes como Stuttgart, Berlín, Colonia y Frankfurt. Incluso toda una autopista, la A40, arteria principal de la ciudad de Essen, se verán afectadas por nuevas medidas que restringirán la circulación a los contaminantes vehículos diésel.

La respuesta desde el sector público ha sido errático. Por un lado han continuado incentivando la compra de coches eléctricos y apoyando con dinero público la expansión de las redes de recarga. Pero al mismo tiempo realizaban encuentros al más alto nivel con los fabricantes nacionales para tratar de salvar a la industria del diésel.

Mientras tanto en todo el mundo las ventas de coches eléctricos se están disparando. Algo que no ha tenido respuesta inmediata por parte de los fabricantes germanos. Así lo indica Christoph Stuermer, analista de Price Waterhouse Coopers (PWC) que en declaraciones a la prensa ha indicado: «Los fabricantes alemanes no han logrado satisfacer la alta demanda de coches eléctricos con la suficiente rapidez».

¿Es un mal presagio? Para los expertos no necesariamente. Entre las razones para el optimismo está que los fabricantes están trabajando en incorporarse al mercado de volumen con modelos de precios asequibles. Algo que pretende solucionar la percepción de los consumidores que ven en los precios la principal barrera para su compra.

La tendencia es imparable. Por ejemplo en China, Estados Unidos y los principales mercados europeos, las ventas de coches eléctricos han aumentado un 48.2% en los nueve primeros meses del 2018, llegando a las 1.7 millones de unidades. Un incremento que contará con mayor fortaleza según se acerque 2020.

Para tratar de coger esta segunda ola, marcas como la propia Volkswagen comenzará a finales de 2019 con el despliegue de una amplia oferta de eléctricos. El ID, un compacto de tamaño reducido y precio competitivo, será la punta de lanza de esta ofensiva. Hasta 2023, VW planea invertir 44.000 millones de euros en nuevas tecnologías, de los cuales 30.000 millones estarán destinadas solo a movilidad eléctrica.

Mientras tanto, el grupo Daimler está preparándose para poner a la venta su primer coche eléctrico de nueva generación. El Mercedes EQ. En 2021 BMW lanzará su i4, una berlina premium destinada a competir en un segmento dominado hasta ahora por la norteamericana Tesla. A pesar de estos desarrollos, la industria es consciente de que la acción real está sucediendo en otros lugares. Según el analista de PWC «China, como el principal mercado para la movilidad eléctrica, está incrementando la distancia de otras regiones automotrices principales como Europa y los Estados Unidos».

Lo que nadie duda es que los coches eléctricos van a liderar la industria en un futuro no muy lejano. Pero uno de los aspectos clave, la fabricación de baterías, es todavía una asignatura pendiente para las marcas alemanas. En estos momentos, tanto BMW, Daimler y VW están comprando celdas a los proveedores asiáticos. El directivo de VW, Bernd Osterloh, lleva tiempo avisando que la batería tendrá una participación de valor agregado del 40% en el coste de los coches. «Tendremos que construir fábricas de baterías».

El ministro de economía alemán, Peter Altmaier, ve las cosas de manera similar y está planeando el apoyo público para impulsar la producción de celdas de batería en Alemania. Hasta 2021, el gobierno de Berlín proporcionará 1.000 millones de euros para ayudar a que las cosas arranquen de una vez.

Los fabricantes de automóviles alemanes siguen argumentando que el motor diesel todavía es necesario. Pero las regulaciones sobre emisiones continúan avanzando. Como ejemplo la reciente aprobación por parte de la UE de que en 2030 los coches nuevos emitan un promedio de 35%  menos de dióxido de carbono que en 2020. Cuanto más estrictos son los objetivos de emisiones, tanto más deben las empresas apostar por las bajas emisiones, lo que hace cada vez más caros los nuevos desarrollos relacionados con los motores de combustión, y más interesantes los modelos 100% eléctricos.

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Para completar la mala situación de los fabricantes alemanes, el pasado mes de septiembre se puso en marcha la nueva norma para realizar las mediciones de consumo y emisiones. Un ciclo WLTP que ha derrumbado las ventas de algunas marcas fuertemente expuestas a las motorizaciones diésel. El resultado son una reducción muy importante en las expectativas de beneficios, como la propuesta por el consejo de Daimler, que espera que el impacto reduzca a la mitad los beneficios de 2018. Algo a lo que se sumará BMW.

Una industria alemana del automóvil que debe afrontar en 2019 grandes retos. Tanto desde el interior, con unas ciudades cada vez más beligerantes gracias al respaldo de los jueces para imponer prohibiciones, como de un mercado que está rechazando en masa los motores diésel, desde Estados Unidos con las amenazas de aranceles, así como el inicio este nuevo año de la entrada de las cuotas de ventas de eléctricos de China.

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