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La potencial segunda vida de las baterías de los coches eléctricos

En las próximas dos décadas, la fuerte implantación de los coches eléctricos resultará en la disponibilidad de cantidades ingentes de baterías (TWh) que ya no reunirán los requisitos básicos para ser utilizadas en coches. Para poner esta cantidad en perspectiva, Estados Unidos utiliza unos cuántos TWh de electricidad cada año para proveer al país entero, por lo que queda claro que es una cantidad de energía nada despreciable. La clave de esta situación será la manera de encontrar una segunda vida útil a todas estas baterías, ya que esto también ayudará a bajar el coste de funcionamiento de las energías renovables al poder almacenar la electricidad producida en ellas.

No obstante, no va a ser un camino fácil, ya que las baterías llevan una vida útil dura. Sufren temperaturas de funcionamiento extremas, cientos de ciclos de carga parciales a lo largo de un año y diferentes niveles de descarga.

Las baterías de ion litio sufren más durante los primeros 5 años de funcionamiento, y están diseñadas para durar 10 años aproximadamente. Aún así, a estas baterías aún les queda vida por delante cuando ya no puedan montarse en vehículos eléctricos, ya que normalmente mantienen un 80% de capacidad todavía utilizable y una descarga automática de aproximadamente un 5% cada 24 horas. Después de un pequeño acondicionamiento de la batería, se podrá seguir usando para aplicaciones menos exigentes, como por ejemplo, almacenar electricidad de placas solares.

Debido al rápido crecimiento de los coches eléctricos en los últimos años, y a la mayor implantación que se espera en la próxima década, el suministro de baterías con una segunda vida útil podría superar los 200 GWh por año hasta el 2030. Sin embargo, hay 4 desafíos significativos para que esta segunda vida pueda llevarse adelante.

El primero de ellos es que no hay un formato universal de pack de baterías, resultando en que prácticamente cada fabricante diseña una forma distinta para sus coches. El segundo es que es necesario que baje el coste de nuevas baterías, para conseguir disminuir la diferencia de coste entre una batería nueva y una ya al final de su vida útil en un vehículo. Como tercer contratiempo se encuentra la falta de garantía de que una batería de este estilo funcione como se espera, puesto que en definitiva no deja de ser un producto ya usado. Y por último, se requiere que los países y organizaciones legislen sobre el reciclaje y reutilización de baterías, algo que de momento solo ha ocurrido en California y China.

Fuente: McKinsey

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