Según las estimaciones de Bloomberg New Energy Finance (BNEF), al finalizar 2022 habrá circulando por el mundo más de 26 millones de coche eléctricos, entre los que se incluirán unos 5,3 millones de híbridos enchufables. Aunque 26 millones ya son unos cuantos, no dejarán de ser en torno al 2% del parque automovilístico global de vehículos ligeros.
En el ecuador del presente año el ritmo de ventas alcanzará el millón mensual, o una matriculación cada 3 segundos. Hay que tener en cuenta que en todo 2016 se vendieron un millón de coches eléctricos, que se sumaron a otro millón acumulado de años anteriores. El ritmo sigue ascendiendo y los principales mercados no dan síntomas de saturación. Y si no se fabrican aún más es por una falta crónica de componentes y materias primas encarecidas, que han creado una enorme presión inflacionaria en los precios.
La progresión de las ventas de coches eléctricos son apabullantes y recuerdan a la explosión de ventas que hubo hace un siglo, en el amanecer del automóvil, pasando de ser un producto con una escasa demanda a la columna vertebral del transporte de las principales naciones del mundo. Ahora vienen los asteriscos y la letra pequeña.
El coche eléctrico número 20 millones se matriculará en torno a junio de este año
Un reparto muy desigual
Gran parte de las ventas acumuladas de coches eléctricos corresponden al mercado doméstico chino, el 46%, debido especialmente a la política de vehículos de nueva energía (NEV) impuesta por el Partido Comunista, obligando a los fabricantes a vender un mínimo porcentaje de vehículos eléctricos, híbridos enchufables o de pila de combustible de hidrógeno en el mayor mercado mundial. China es el país que más controla la cadena de suministro de baterías, el que más vehículos eléctricos fabrica, y el que más vehículos eléctricos matricula.
La región europea representa el 34% de las matriculaciones de coches eléctricos e híbridos enchufables, un poco más de la tercera parte. Nuestro mercado es el más fecundo en cuanto a ventas de híbridos enchufables, un término medio entre el automóvil convencional y el eléctrico, con lo mejor y lo peor de ambos mundos, y muy dependiente de las ayudas a la compra de los gobiernos dado su inherente sobreprecio tecnológico.
Como estas ayudas van a ir desapareciendo, su cuota de mercado perderá más peso, acelerando una tendencia que ya veníamos observando. Según van mejorando las autonomías de los nuevos modelos 100% eléctricos, la necesidad del motor de combustión para viajar sin preocupaciones se va diluyendo como un azucarillo en el café.
En un meritorio tercer puesto está Estados Unidos, con el 15% de las ventas. En este país los fabricantes no tienen ninguna obligación a nivel federal de vender coches eléctricos, aunque en algunos Estados la cosa empieza a ponerse fea para los que se enroquen en la combustión interna. California, como suele ser habitual, se ha puesto a la vanguardia en requisitos de cero emisiones, y esta vez no tiene vuelta atrás (ya se intentó en los años 90).
El resto de los mercados mundiales acumulan entre todos el 5% de ventas de coches eléctricos. Japón y Corea del Sur son terrenos susceptibles de aumento en ventas. En el caso concreto de los nipones, para popularizar los coches eléctricos hay que llegar a su corazón de mercado, los kei car, donde ya empiezan a verse algunas propuestas. Estos coches pequeños son ideales para moverse por las gigantescas áreas urbanas japonesas, pero también en el mundo rural.
Según se vayan saturando los principales mercados mundiales, países emergentes como Brasil, Méjico o la India tendrán un peso creciente. En el sudeste asiático la revolución eléctrica ha empezado más bien por vehículos de dos y tres ruedas, los que más motorizan a la gente humilde. Respecto a Latinoamérica, es el sector del transporte público y flotas de taxis/VTC los que llevan la delantera.
Los fabricantes venden todos los coches eléctricos que salen de sus líneas de montaje. Sus principales destinatarios son clientes de clase media y alta, al menos fuera de China. Estos, cuando van cambiando de modelo, colocan unidades en el mercado de ocasión y usados, por lo que clientes de menor poder adquisitivo van accediendo a los coches eléctricos. El precio sigue siendo una gran barrera para el mercado generalista, donde se han normalizado tarifas de 35.000-45.000 euros para modelos no-Premium, y en versiones básicas.
Hay mucho margen para el crecimiento de las ventas de coches eléctricos, ya que progresivamente van a ir reemplazando a los de combustión interna tradicional. Pocos fabricantes están ya al margen de este fenómeno, y la mayoría ha anunciado el fin del desarrollo de motores convencionales y no vender ningún térmico a partir de 2025, 2030, 2035… según su clientela y países donde operan.
El protagonismo lo siguen teniendo Tesla, varias firmas chinas, y poco a poco fabricantes grandes como Volkswagen. El papel de los fabricantes tradicionales irá haciéndose más importante según amainen los problemas de suministros. De ahí que, hasta que eso no esté solventado, hay posturas como en BMW o Toyota para no apostar todo a los coches eléctricos, que la combustión interna sigue teniendo futuro para ciertas aplicaciones, y que hay más tecnologías a considerar.
¿Qué alternativas hay al coche eléctrico?
Si atendemos a los desarrollos y anuncios, gasolina y diésel solo van camino al declive. La principal alternativa al coche eléctrico puro sigue siendo el híbrido -no enchufable- como evolución natural del tradicional motor térmico. La pila de combustible de hidrógeno sigue teniendo unos números prácticamente insignificantes y crece muy despacio, lleva un retraso de una década, más o menos.
También hay muchos defensores de los combustibles sintéticos como solución descarbonizante, y que puede aprovecharse por el parque existente de vehículos. Esta solución no es 100% neutra en carbono, pero promete enormes reducciones de emisiones. Sin embargo, no todo es CO2, y en cuanto a gases contaminantes en general el beneficio de los combustibles sintéticos, aunque sean de origen 100% renovable, hay que ponerlo como mínimo en duda.
Lo que parece claro es que, a lo largo de este siglo, electricidad e hidrógeno tomarán el testigo del petróleo fósil. Cambiarán muchísimas cosas en el tablero político y energético mundial. Hoy día un puñado de países pueden chantajear al resto del globo por tener un recurso natural que otros no tienen, o no tienen suficiente. Las energías renovables rompen ese mantra, la independencia energética será muy elevada. De cualquier forma, el principal beneficiario será el planeta, y por ende, todos sus habitantes.
Vía | Bloomberg