
La implosión del coche eléctrico en China que le estallará a Europa en la cara
La industria del coche eléctrico en China vive una crisis silenciosa. Pese a su apariencia de éxito, con cifras de ventas cada vez más altas, las pérdidas, los rescates y la intervención estatal están desbordando un mercado que amenaza con desestabilizar a todo el sector mundial y con provocar una inundación de Europa de coches baratos que tendrá consecuencias imprevisibles.

En China puedes comprarte un coche eléctrico "de segunda mano" que, en realidad, nunca ha sido utilizado. Las "automatriculaciones" se han disparado en un intento desesperado por alcanzar los objetivos de ventas en un mercado cada vez más agresivo, y donde muchos fabricantes chinos venden coches a concesionarios, los cuales los matriculan como si hubieran sido entregados a clientes... aunque no sea cierto.
Luego, esos mismos concesionarios los revenden como usados, muchas veces a precios de derribo y sin un solo km en su marcador. Esta práctica se ha vuelto tan común que hasta el propio gobierno la ha señalado como una distorsión del mercado. El diario oficial, el People’s Daily, la criticó duramente por alterar el orden del mercado y por promover una cultura centrada en maquillar cifras más que en vender coches de verdad.
Lo que desde fuera puede parecer una historia de éxito, una industria que crece de forma fulgurante, en realidad la realidad es muy distinta: un sistema inflado a base de subsidios, con inversiones sobredimensionadas y pérdidas constantes que están poniendo a toda la industria al borde del colapso.

Según Wei Jianjun, presidente de Great Wall Motor, el sector del automóvil en China está al borde de una crisis financiera. "Aún no ha estallado", avisaba en mayo. Para describir este fenómeno sin levantar ampollas en la censura china, muchos analistas han optado por un término más suave: “involución”, una forma de decir que el mercado se está derrumbando sobre sí mismo.
Pero lo que ocurre en el mercado chino no se queda dentro de sus fronteras. El país es el mayor productor de coches eléctricos del mundo, y lo que pase allí tendrá impacto directo en la industria global, incluyendo Europa. No se trata solo de fábricas y empleos: hablamos de cadenas de suministro, tecnologías y miles de millones de euros en juego.
El modelo económico chino ha apostado fuerte por los coches eléctricos como una vía rápida para superar a sus rivales internacionales. El Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales calcula que, entre 2009 y 2023, el gobierno inyectó más de 230.000 millones de euros en ayudas al sector. Sin ese respaldo masivo, es probable que muchos fabricantes locales ni siquiera existieran hoy.

El problema es que esa lluvia de dinero ha creado un exceso brutal de capacidad industrial. Michael Dunne, responsable de la consultora Dunne Insights, cuenta hasta 46 fabricantes —locales y extranjeros— produciendo coches eléctricos en China. Evidentemente, ni siquiera la segunda economía del mundo puede sostener tal volumen. Según él, el sector ya se está consolidando: 11 empresas concentran la mayor parte de las ventas, pero aún siguen sobrando muchas marcas.
El negocio del automóvil es extremadamente caro y necesita volumen para ser rentable. Por eso en el mundo apenas hay un puñado de grandes fabricantes. Aun así, en China siguen entrando nuevos jugadores, incluso de sectores tan dispares como la electrónica. Xiaomi, por ejemplo, presentó su primer coche eléctrico el año pasado. ¿La fórmula para atraer clientes en un mercado tan saturado? Tirar los precios. El resultado es que las ganancias han desaparecido casi por completo.
En cualquier otra economía, el mercado eliminaría a los más débiles. Pero en China eso no funciona así. El gobierno prefiere intervenir antes que dejar caer empresas, sobre todo si están en manos del Estado o generan muchos empleos. Es habitual que las autoridades locales rescaten a fabricantes en apuros. La ciudad de Wenzhou, por ejemplo, ayudó a financiar la recuperación de WM Motor. Hefei hizo lo mismo con Nio en 2020, y a pesar de estar en bolsa, la compañía perdió 1.600 millones de euros solo en la primera mitad de este año.

Todo este desequilibrio se traduce en un exceso de coches eléctricos que el mercado no puede absorber. Y en lugar de corregir ese problema estructural, desde Pekín han optado por luchar contra la “competencia desordenada”. Es decir, los descuentos agresivos y la venta masiva de coches nuevos como si fueran usados.
Hay razones políticas detrás de esta estrategia. Aunque las fábricas pierdan dinero, mantenerlas abiertas ayuda a compensar la caída del consumo y el hundimiento del mercado inmobiliario. Además, los coches eléctricos son una pieza clave en el plan de China para reforzar su presencia global.
El modelo chino ha sido, en cierto modo, depredador. Al subvencionar a sus fabricantes, ha podido vender más barato y expulsar a empresas más consolidadas de mercados clave. Las autoridades chinas no tienen reparos en renunciar a los beneficios si eso significa ganar influencia. “China prefiere mantener la ineficiencia dentro de sus fronteras si con eso consigue dominar los mercados internacionales”, explica Dunne.

El problema es que ni siquiera el gobierno chino puede mantener este nivel de gasto indefinidamente. El grupo Rhodium calcula que Pekín destina el equivalente al 3% de sus ingresos fiscales a subsidiar las ventas de coches. Una cifra que difícilmente puede mantenerse si también se quiere impulsar otras industrias estratégicas como los semiconductores o la inteligencia artificial. La recomendación de los expertos es clara: levantar el pie del acelerador, pero hacerlo con cuidado para no estrellar al sector.
Fuera de sus fronteras, los fabricantes chinos también se enfrentan a un muro cada vez más alto. Estados Unidos impuso el año pasado un arancel del 100% a los coches eléctricos chinos, una medida que sigue vigente bajo la administración Trump. La Unión Europea, Canadá, Turquía y México han tomado decisiones similares. Con tantos mercados bloqueados, la supervivencia de muchos fabricantes dependerá, más que nunca, del apoyo estatal.
Lo que estamos viendo es un pulso directo entre un país que quiere dominar la industria del automóvil a toda costa y unas potencias que no están dispuestas a permitirlo sin pelear. Los beneficiados a corto plazo seremos los consumidores, que veremos como la competencia se dispara.
Pero está por ver el coste real de la desestabilización de todo el sector, los empleos amenazados y en la dificultad para que cualquier empresa, china o no, pueda operar con beneficios.


