
Por qué en China el coche eléctrico ya no es un lujo sino una necesidad
China ha logrado que casi la mitad de los coches vendidos en 2024 sean eléctricos gracias a una estrategia a largo plazo, inversión masiva y políticas públicas eficaces. El resultado: gigantes globales como BYD y CATL dominan el sector, mientras los ciudadanos ahorran y cuidan el medio ambiente.

China ha logrado convertir los coches eléctricos en el vehículo de masas con una estrategia sólida, inversión pública masiva y una mentalidad orientada a la eficiencia y el ahorro. En menos de dos décadas, el país asiático ha transformado su parque automovilístico con casi la mitad de las ventas nuevas siendo coches eléctricos e híbridos enchufables en 2024.
Lu Yunfeng, conductor de un VTC en Guangzhou, lo resume con tono pragmático: “Conduzco un coche eléctrico porque soy pobre”. Y añade, “Gasto menos, ahorro y además cuido el medio ambiente”. Lejos de ser un lujo, en China el coche eléctrico es ya una opción económica lógica, impulsada por ayudas directas, red de carga masiva y políticas públicas.
El punto de inflexión llegó a principios del siglo XXI cuando las autoridades, lideradas por la visión del ministro Wan Gang, decidieron apostar por la movilidad eléctrica para ganar independencia tecnológica y energética. Aunque el plan albergaba esta transición desde 2001, fue en la década de 2010, con el inicio de la era del coche eléctrico moderno, cuando se desplegaron subvenciones por valor de unos 231.000 millones de dólares entre 2009 y 2023.

China ha logrado que casi la mitad de los coches vendidos en 2024 sean eléctricos gracias a una estrategia a largo plazo, inversión masiva y políticas públicas eficaces. El resultado: gigantes globales como BYD y CATL dominan el sector, mientras los ciudadanos ahorran y cuidan el medio ambiente.
El ecosistema resultante potenció a gigantes como BYD (líder global en ventas) y CATL (primer fabricante mundial de baterías). Las ayudas estatales se extienden desde fabricantes a usuarios: compras subvencionadas, impuestos reducidos, matrícula gratuita en ciudades con limitación y tarifas económicas en los puntos de carga pública.
El resultado: decenas de millones de usuarios abandonan el vehículo térmico. En ciudades como Shanghai, hasta se generaliza el intercambio de baterías en menos de tres minutos. Una alternativa para los que la carga rápida no sea suficientemente rápida y busquen algo lo más parecido posible a la combustión, y que nos muestra que el mercado es muy amplio, donde existen diferentes necesidades.

El éxito ha causado inquietud en Occidente: aranceles a coches eléctricos chinos en la UE, Canadá o EE. UU. A pesar de esto, los expertos lo ven inevitable. China fabrica el futuro, y el futuro acabará llegando por muchas barreras comerciales que se le pongan.
Una lección de la que Europa no ha aprendido nada. La implantación en nuestro mercado es extremadamente dispar, algo que tiene mucho que ver con las variadas legislaciones que cada estado poner en marcha. Incluso con cambios bruscos, que buscan frenar las ventas para salvar al motor de combustión. Pero en China no hay mochila, y han pisado el acelerador a fondo. Y el que no se sume a la ola, desaparecerá.
Fuente | Reuters