Porsche pulsa el botón del pánico: cambio a una estrategia apostando más por la combustión

Porsche ha dado un giro en su estrategia y de un futuro eléctrico, ahora la marca alemana ha pasado a una mixta donde invertirán en los modelos de combustión. Un cambio inesperado que ha desatado las dudas entre los inversores y los expertos del mercado por el coste de la "multienergía".

Porsche pulsa el botón del pánico: cambio a una estrategia apostando más por la combustión

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Publicado: 22/09/2025 09:35

Oliver Blume, máximo responsable de Volkswagen y Porsche, ha vuelto a poner sobre la mesa la llamada tecnología abierta. Una apuesta por mantener una línea de producto donde los modelos de combustión compartan espacio con los eléctricos. Un formato que lejos de una salvación, va camino de convertirse en una losa económica para el fabricante de Stuttgart.

En 2025, el coste de desarrollo de nuevos motores de combustión será de 1,800 millones de euros y, a medio plazo, superará los 5.000 millones. Todo ello para mantener en paralelo una gama de coches eléctricos, híbridos y de combustión que contradice la hoja de ruta que la propia marca había presentado hace apenas tres años, cuando prometía un futuro casi 100% eléctrico para 2030.

El mensaje que llega ahora es muy distinto. Los planes de ampliar la oferta de modelos con motor de combustión y mantener híbridos durante buena parte de la próxima década contrastan con la estrategia inicial. El mercado reaccionó de inmediato: las acciones de Porsche AG, del grupo Volkswagen y de la matriz Porsche SE se hundieron tras conocerse el cambio de rumbo. La señal es clara: la tecnología abierta cuesta dinero y genera dudas entre los inversores.

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Desarrollar y producir de forma simultánea varias tecnologías implica duplicar esfuerzos, recursos y estructuras. Incluso para un fabricante tan rentable como Porsche, la estrategia parece difícilmente sostenible. Y sin embargo, no seguir este camino tampoco es viable: buena parte de su clientela rechaza el salto al eléctrico. Antes de dar ese paso, prefieren no comprar.

El coche con motor tradicional, con su sonido y su sensación mecánica, sigue teniendo un fuerte valor emocional para estos clientes. Además, los coches eléctricos de la marca han demostrado una depreciación acelerada, perdiendo en apenas dos años hasta la mitad de su valor, algo que choca frontalmente con la idea de lujo duradero que buscan los compradores de Porsche. En su universo, el coche debe ser un objeto atemporal, más parecido a una pieza de relojería que a un gadget tecnológico con fecha de caducidad.

Una apuesta arriesgada

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La apuesta de Porsche por los combustibles sintéticos

Lo paradójico es que esta situación podía haberse evitado. Con una estrategia más gradual, manteniendo los actuales motores de combustión durante más tiempo y, al mismo tiempo, trabajando en atraer a nuevos clientes hacia su gama de coches eléctricos, la transición habría sido menos abrupta. Blume no acertó en este punto y ahora abandona su puesto con la sensación de haber dejado la marca en una situación crítica y en rumbo de colisión.

El caso Porsche ilustra que la estrategia de la multienergía no es una panacea. Al contrario, obliga a invertir miles de millones en mantener vivas tecnologías que tarde o temprano perderán relevancia comercial, ya sea por la evolución de los eléctricos, como con los cada vez más exigentes programas de emisiones de los diferentes mercados.

Para un fabricante del tamaño de Porsche, el camino más lógico habría sido centrarse en los coches eléctricos y aprovechar la claridad que ofrece la decisión de prohibir la venta de coches de combustión en 2035 para estirar el chicle con los motores actuales, con evoluciones mínimas y pequeñas inversiones, e ir ampliando la gama y la competitividad de sus eléctricos con alianzas con los grandes líderes del sector, los chinos.

Porsche se aferra a mantener, y desarrollar nuevos motores de combustión, para no perder a su clientela más conservadora, mientras otros dentro del grupo Volkswagen apuestan decididamente por la electrificación. El tiempo dirá quién estaba en lo cierto, pero lo que parece evidente es que la tecnología abierta no es una vía de futuro, sino una costosa transición que Porsche va a pagar de una forma muy dolorosa.

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