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John Goodenough, uno de los padres de las baterías de litio, gana el Premio Nobel de química 2019

Hoy se ha fallado el premio Nobel de química 2019, y los ganadores han sido tres científicos que se encargaron en su momento del desarrollo de una tecnología clave en la actualidad. Las baterías de iones de litio. Una revolución que ha permitido el rápido desarrollo de la tecnología de consumo, pero también ha tenido su efecto en el desarrollo de los coches eléctricos modelos e incluso en las energías renovables.

Entre los galardonados están M.Stanley Whittingham (Universidad de Binghamton) Akira Yoshino (Universidad de Meijo) y el más conocido para nosotros, John Goodenough (Universidad de Texas en Austin).

Según la Real Academia Sueca: “Las baterías de litio se usan en todo el mundo para alimentar los dispositivos electrónicos portátiles que utilizamos para comunicarnos, trabajar, estudiar, escuchar música y buscar conocimiento. Las baterías también han permitido el desarrollo de vehículos eléctricos de cada vez más autonomía, al mismo tiempo que se ha desarrollado el almacenamiento de energía procedente de fuentes renovables, como la energía solar y eólica.»

Whittingham, nacido en Gran Bretaña, sentó las bases para la batería en la década de 1970, creando la primera iteración de la batería, mientras que Goodenough descubrió las capacidades con mayor potencia en 1980. En 1985, Yoshino creó la primera batería de iones de litio comercialmente viable del mundo que podría soportar ser recargada cientos de veces. Sorprendentemente, 30 años después de su descubrimiento, el litio aún no ha sido mejor con una nueva generación de tecnología de baterías.

A pesar de esto el propio Goodenough trabaja en cambiarlo, y a sus 97 años está en pleno proceso de desarrollo de un nuevo tipo de batería en estado sólido que entre otras cosas permitirá eliminar componentes tan costosos y polémicos como el cobalto. Además utiliza electrolitos de vidrio en vez de litio-ion, lo que permite crear una batería con mayor densidad energética, y una mayor durabilidad que durante las pruebas en laboratorio ha superado los 23.000 ciclos de carga y descarga.

Además el propio Goodenough indicaba en su momento que esta batería cuenta con una anomalía errante, que provocaba que la celda contase con cada vez mayor capacidad según pasaban los ciclos de carga y descarga. Algo que nunca se había visto y que sería considerado algo imposible, de no ser por el prestigio que precede a este investigador que curiosamente se ha convertido en el de más edad en recibir el Nobel, 97 años. Una edad que como vemos no le impide continuar con sus trabajos para mejorar las baterías.

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