
Después de la crisis de los microprocesadores, ahora los fabricantes se enfrentan a la crisis de las tierras raras
Europa se enfrenta a una grave crisis industrial por su enorme dependencia de las tierras raras para la producción de cientos de componentes clave para los coches, con China controlando el suministro y estableciendo un bloqueo de las exportaciones.

El incremento de la demanda interna en China, y ahora el bloqueo de las exportaciones, ha provocado que el acceso a las tierras raras, fundamentales para fabricar componentes como motores eléctricos, haya entrado en un cuello de botella donde la oferta no puede satisfacer el volumen de pedidos. Algo que está provocando que los fabricantes europeos, totalmente dependientes de los materiales chinos, no tengan alternativas y hayan entrado en modo crisis.
Los consejos de administración de los grupos automovilísticos occidentales buscan a la desesperada una alternativa que hace tiempo tendrían que haber definido, pero que han dejado para el final, como es habitual. Una situación que nos recuerda a su apuesta tardía y vaga por el coche eléctrico, que pone en peligro el futuro de la poderosa industria europea.
Muchas líneas de producción ya han tenido que parar, y otras muchas lo tendrán que hacer cuando terminen los stocks disponibles en sus almacenes. Algo que los expertos indican es un aviso de que los fabricantes europeos no han aprendido del pasado, y no han sabido diversificar sus fuentes de suministro ni la tecnología.

Y es que no es solo motores eléctricos. En la actualidad, los coches utilizan tierras raras en docenas de componentes: espejos retrovisores, altavoces, bombas de aceite, limpiaparabrisas, sensores de fugas de combustible y sensores de frenado.
China controla hasta el 70% de la minería mundial de tierras raras, el 85% de la capacidad de refinación y aproximadamente el 90% de la producción de aleaciones e imanes de tierras raras, según la consultora AlixPartners. Un coche eléctrico promedio utiliza aproximadamente 0,5 kg de tierras raras, y un modelo con motor de combustión utiliza la mitad.
China ya ha tomado medidas drásticas en el pasado, incluyendo una disputa con Japón en 2010, durante la cual restringió las exportaciones de tierras raras. Japón tuvo que buscar proveedores alternativos, y para 2018, China representaba solo el 58% de sus importaciones de tierras raras.
«China ha tenido la carta de las tierras raras para jugar cuando ha querido», declaró Mark Smith, director ejecutivo de la empresa minera NioCorp, que desarrolla un proyecto de tierras raras en Nebraska, cuya producción está programada para comenzar en tres años.
Aunque sin mucho entusiasmo, los fabricantes han estado intentando reducir la dependencia de China en el uso de imanes de tierras raras, o incluso desarrollar imanes que no los requieran. Sin embargo, la mayoría de los esfuerzos están a años de distancia de alcanzar la escala necesaria por la falta de convicción y falta de competitividad económica de estas opciones, principalmente por su baja economía de escala, que los hacen inviables frente a los convencionales sin una apuesta decidida de toda la industria.
La UE ha puesto en marcha iniciativas, como la Ley de Materias Primas Críticas, para impulsar las fuentes europeas de tierras raras. Sin embargo, no ha actuado con la suficiente rapidez, según Noah Barkin, asesor principal de Rhodium Group, un centro de estudios estadounidense centrado en China.
Incluso los actores que han desarrollado productos comercializables tienen dificultades para competir con los productores chinos en materia de precios.
David Bender, codirector del negocio de reciclaje de imanes del especialista en metales alemán Heraeus, dijo que solo está operando al 1% de su capacidad y que tendrá que cerrar el próximo año si las ventas no aumentan.
La dependencia de China no se limita a las tierras raras. Un informe de la Comisión Europea de 2024 indicó que China controla más del 50% del suministro mundial de 19 materias primas clave, como el manganeso, el grafito y el aluminio.
Y mientras tanto, Europa plantea el destinar cientos de miles de millones de euros a aumentar su gasto en defensa, mientras deja que China se haga con el control total y absoluto de la industria automovilística, con el riesgo de pérdida de millones de puestos de trabajo en el viejo continente en una nueva demostración de miopía industrial.