
Casi dos años esperando que le cambien la batería de su Nissan LEAF
Por regla general, las baterías de los coches eléctricos se han demostrado ser mucho más resistentes de lo que muchos esperaban, incluso entre los modelos de la primera generación. Sufren el paso del tiempo y los km con algo de degradación, pero su rendimiento es muy bueno. A pesar de esto, no todos pueden decir lo mismo. Es el caso de los clientes de Nissan, que además de los problemas técnicos, tienen que enfrentarse a la gestión postventa de la marca que supone todo un infierno.

El Nissan LEAF ha sido durante años uno de los coches eléctricos más populares en Europa, incluyendo mercados como Noruega, que ha sido su principal bastión de ventas. Pero allí no se libran de los problemas que están dando sus baterías, y un creciente número de propietarios está denunciando graves fallos. Unos problemas que además son tratados con poco interés por la marca.
Podemos leer estos días una de esas historias en los medios noruegos, que hablan del caso de Daniel Sørensen, un técnico de automoción que lleva desde el otoño de 2023 esperando que le sustituyan la batería de su LEAF de 2019. Algo que nos indica que hablamos de la segunda generación, no la primera. A pesar de que la marca aceptó el cambio hace meses, Daniel todavía no sabe cuándo podrá volver a utilizar su coche.
Todo comenzó cuando Daniel y su pareja notaron una caída brusca de autonomía al acelerar o subir pendientes. En algunos casos, la capacidad del sistema descendía hasta un 40% de golpe, activando el conocido “modo tortuga”, una función de emergencia que limita drásticamente la potencia del coche para proteger el sistema eléctrico y que avisa de un fallo electrónico. El icono de una tortuga aparece en el cuadro de instrumentos, y desde ese momento el vehículo se vuelve prácticamente inservible hasta el día siguiente, incluso si se intenta recargar.

Según cuenta el propio Sørensen, el problema solo se presenta cuando la batería está por debajo del 50% y especialmente en climas fríos. Aunque su vehículo aún no había cumplido cinco años cuando comenzaron los fallos, Nissan rechazó inicialmente cualquier responsabilidad, alegando que había vencido la garantía. Un búsquese la vida que se ha convertido en el lema para los dueños del LEAF.
Esto ha generado una gran frustración entre los afectados, ya que la garantía de la batería es de ocho años, pero la legislación noruega establece una reclamación válida solo durante los primeros cinco años. Nissan se agarra a esta interpretación para evitar cambiar el pack al completo, optando por sustituir únicamente módulos defectuosos y, habitualmente, solo después de una insistente presión por parte del cliente.
Sørensen no se quedó de brazos cruzados. Como mecánico, ha documentado exhaustivamente los síntomas del fallo y logró que el servicio oficial aceptara desmontar el paquete de baterías. En febrero de 2025, los técnicos confirmaron que varias celdas estaban hinchadas y defectuosas, una señal clara de degradación prematura. En marzo, recibió la confirmación oficial de que se le cambiaría toda la batería. Pero han pasado cinco meses y no solo no se ha realizado el reemplazo, sino que ni siquiera le han dado una fecha clara.

La situación llegó al punto de que Sørensen lleva sin su coche desde el 5 de febrero. Y no fue hasta que los medios noruegos contactaron con Nissan que la marca reaccionó, informándole por correo electrónico que la batería se sustituirá “en dos o tres semanas”. Una respuesta que ha generado aún más suspicacias, al dar la impresión de que la marca retrasa activamente las reparaciones hasta que los clientes o los medios presionan públicamente. Si no hay presión, olvídate de la reparación, incluso en garantía.
Este patrón parece repetirse entre otros propietarios de Nissan Leaf en Noruega. Muchos aseguran que la marca solo actúa cuando se agota la paciencia del usuario o interviene un tercero. Además, Nissan no ha aclarado cuántos coches están afectados ni a qué años modelo pertenece la avería, limitándose a declarar que se trata de “un número reducido de casos”.
Tampoco ha querido ofrecer cifras concretas del total de clientes afectados ni de las unidades vendidas en Noruega. La falta de transparencia, junto con la percepción de un servicio postventa evasivo y dilatorio, está minando la confianza de los usuarios en una marca que fue pionera en la electrificación, pero que ahora parece estar quedándose atrás en lo más básico: cumplir con su propia garantía.
La gravedad de este fallo no radica únicamente en la pérdida de autonomía, sino en la peligrosa imprevisibilidad del coche, que puede entrar en modo de emergencia sin previo aviso, incluso en situaciones comprometidas como adelantamientos o túneles. Esto, unido a la respuesta lenta e insuficiente de Nissan, plantea de nuevo serias dudas sobre la gestión de la posventa en uno de los mercados de coches eléctricos más avanzados del mundo. Algo que, por desgracia, también han sufrido en sus carnes los clientes españoles.
Estos casos suponen un pequeño coste económico para la marca, pero tiene un enorme coste personal para los clientes, y, sobre todo, para la imagen del fabricante. Por muy poco arruina su nombre dentro de un sector donde el boca a boca es crucial, y donde Nissan ha visto como ha pasado de referencia a paria en cuanto a ventas.
Un problema que afecta por extensión a todo el sector del coche eléctrico, ya que una mala experiencia tiene mucha más repercusión que varias buenas. Algo que supone munición para los críticos, que buscan cualquier excusa para atacar la transición energética.