De vez en cuando una empresa emergente cree haber solucionado un enorme problema para la humanidad, y hay que darles el beneficio de la duda: ¿y si lo consiguen? Desde Alemania nos enteramos de la iniciativa de Theion («el ión»), que está desarrollando unas baterías de estado sólido. Las ventajas de esta tecnología están por demostrarse en la vida real, pero apunta maneras.
Pero también es destacable el hecho de que su química sería muy sencilla: ni níquel, ni manganeso ni cobalto. Tampoco es una química LFP. Se trata de un desarrollo LiS, es decir, litio azufre. Es más, tampoco usarán ni cobre ni aluminio, empleando grafeno en su lugar. Dicho de otra forma, serán celdas compuestas básicamente de láminas metálicas de litio, azufre y carbono.
Al menos los dos últimos son muy abundantes, obtenerlos es muy fácil y muy barato, y no hay que recurrir a unos pocos países que tengan los recursos naturales para ello. Además, suponen un potencial beneficio colectivo por requerir menos emisiones, lo cual también es avanzar en materia ecológica.
Las ambiciones de Theion no se limitan a vehículos de carretera, es más, no es su opción prioritaria. Este año dicen que tendrán los primeros prototipos de baterías para aplicaciones aeroespaciales, en 2023 para ingenios voladores, teléfonos móviles y dispositivos «vestibles», y ya en 2024 para automoción y vuelo de aeronaves pequeñas.
Su capacidad de producción actual es de unos pocos kWh, a escala de laboratorio. El año que viene esperan tener una línea de producción del orden de megavatios (MWh), en 2025 ya del orden de GWh, y en 2027 -ojo al dato- producción «escala XL». Hasta el triple de autonomía respecto a las celdas disponibles actualmente a nivel comercial, entendiendo que se refieren a NMC, y por mucho menos coste.
Todo esto suena demasiado bonito para ser verdad, pero lo dicho, hay que concederles el beneficio de la duda.
