Europa podría eliminar toda la dependencia del petróleo ruso en 2030, y haciendo sacrificios
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Publicado: 31/05/2022 14:44
La invasión de Ucrania no ha provocado la Tercera Guerra Mundial todavía, pero sí ha provocado una guerra económica que desgasta tanto a europeos como a rusos, más todas las víctimas colaterales asociadas. Europa pretendría volverse ecológica para cumplir los Acuerdos de París, pero ha surgido un motivo para acelerarlo todo: no consumir energías fósiles de Rusia para cortar en seco la financiación de la guerra.
Pero no hay una forma realista ni rápida de eliminar esa dependencia a corto plazo, no sin provocar una carestía energética con graves consecuencias económicas y sociales. La asociación ecologista Transport & Environment ha propuesto una batería de medidas para reducir drásticamente el consumo de combustible en el sector del transporte, incluyendo barcos y aviones, a corto y medio plazo.
Como medidas más urgentes, T&E pide dejar de subvencionar los combustibles para alterar su precio artificialmente, pero sin dejar tirados a los consumidores que menos poder adquisitivo tienen, no todos los bolsillos pueden asumir casi 100 euros por llenar el depósito de un utilitario. Calculan que si no se retiran esas rebajas al combustible, se van a tirar 52.000 millones de euros y aumentará la demanda en 12,9 Mtep en 2022.
NOTA: Mtep significa millones de toneladas equivalentes de petróleo.
Evitar que se involucione en términos de teletrabajo es otra medida, así como incentivarlo, para reducir todo el tráfico de ida y vuelta para aquellos perfiles profesionales que no lo necesiten, si empresario y empleado se ponen de acuerdo. Incentivar el transporte público es otra forma de reducir el uso del vehículo privado, sobre todo a distancias cortas, donde no es necesario ir en coche siempre.
Reducir los límites de velocidad es otra de las medidas, ya propuestas por la Agencia Internacional de la Energía, como 30 km/h en zonas urbanas, 100 km/h en autopistas, camiones a 80 km/h… Solo esto puede ahorrar 7,5 Mtep, o el 7,6% de la demanda europea de 2019, que tampoco es gran cosa. Mucho más puede ahorrarse con cursos de conducción eficiente y el uso generalizado de TPMS para no rodar bajos de presión, y la misma T&E lo valora en su propuesta.
Además, se proponen reducir los viajes de trabajo a la mitad, imponer un impuesto de emergencia a los billetes de avión (que ya tienen establecidas las compañías aéreas por su cuenta, la prisa siempre sale cara) y hacer mejoras aerodinámicas en los camiones. Eso sería lo más inmediato, una reducción de 38,8 Mtep, o el 47% del petróleo que se importa de Rusia.
En cuanto al suministro del petróleo, a corto plazo tenemos que comernos el sapo, hay que seguir comprando a proveedores donde los derechos humanos no se respetan -vamos, como en Rusia-. Para acceder a esos proveedores hay que gravar con aranceles o impuestos el petróleo ruso, para cambiar esa demanda por la de otros países. Los rusos podrán vender el petróleo a otros, pero no tan fácilmente, y a menor precio. Eso podría contener la ola inflacionista, a juicio de T&E.
A medio plazo se puede hacer más, pero será caro. Por ejemplo, hay que meter mano a las flotas de taxis, VTC, autobuses, furgonetas de reparto urbano… dado su gran peso en el consumo de combustible, y reemplazarlos por modelos eléctricos. Habría que imponer objetivos más duros de reducción de emisiones no solo a los fabricantes, también a las empresas y flotas, para que compren vehículos más eficientes.
Cambiar la forma de viajar de los aviones a los trenes también tendría un gran impacto, ya sea alta velocidad o trenes convencionales. También habría que electrificar los puertos y hacer mejoras en los barcos, evitar que los aeropuertos sigan aumentando su capacidad, usar combustibles limpios -más caros-, imponer medidas de eficiencia en la logística, etc. Podéis leer la propuesta con más detalle en este enlace.
¿Conclusión?
Resumiendo, mantener nuestro estilo de vida y hábitos del transporte es insostenible sin el petróleo ruso, o de cualquier otro origen. Siguen siendo impopulares las medidas como meter mano a los vuelos baratos -que cuestan menos que el autobús-, conducir más despacio o menos, hacer inversiones en eficiencia o eliminar de la circulación vehículos que funcionan bien a cambio de otros nuevos y mucho más caros.
Es la consecuencia de una guerra en la que, salvo los ucranianos, que son los que sufren las balas y las bombas de Rusia, los demás vivimos por medios de comunicación y redes sociales. En unos meses puede que el problema se extienda a terceros países que dependen del petróleo a cierto precio o que se empiecen a quedar sin cereales. Es un problema que simplemente no podemos ignorar.
De momento hablamos de propuestas, pero según se vaya acercando el invierno puede que empecemos a notar consecuencias que impacten más en nuestro modus vivendi, y ya no serán recomendaciones, sino obligaciones. Tecnología hay para arreglar este desastre, pero todo lo que no se hizo en su día es lo que hace que ciertos cambios tarden años en producirse, y mientras tanto, habrá que apechugar con lo que hay.