
La verdadera diferencia entre coches eléctricos de 800 V y 400 V en carga rápida
La arquitectura de 800 V promete cargas más rápidas, pero la realidad es más compleja. El rendimiento depende de cómo el coche gestione la energía y no solo del número en la ficha técnica. Las diferencias son menores de lo que muchos imaginan, principalmente en el mejor escenario posible para la carga más rápida, los viajes largos.

El debate sobre las arquitecturas de 800 V frente a 400 V en la carga rápida de coches eléctricos está de plena actualidad. Más allá de los datos técnicos que ofrecen las marcas, lo relevante es cómo se comportan estos sistemas en condiciones reales de uso. Su curva de carga.
Lo primero que conviene aclarar es que hablar de “coche de 400 V” o “coche de 800 V” resulta demasiado simplista. La velocidad de carga depende de la combinación de voltaje y corriente, y en la práctica el ritmo de carga no es constante. Factores como la gestión térmica, la capacidad de refrigeración del pack de baterías y las limitaciones del propio punto de carga condicionan el resultado. Hay coches a 400V más lentos que otros modelos a los mismos 400V.

En teoría, una estación limitada a 500 A podría entregar hasta 200 kW a un coche de 400 V (400 V × 500 A) y hasta 400 kW a un coche de 800 V en idénticas condiciones. Sin embargo, en la realidad pocos modelos alcanzan esos valores. La mayoría de fabricantes limitan la potencia máxima admitida por razones de seguridad, coste y durabilidad, de modo que las cifras teóricas raramente se trasladan de forma directa a la carretera.
La diferencia más palpable aparece en trayectos largos cuando se depende de puntos de carga de alta potencia. Un coche con arquitectura de 800 V puede mantener tasas más elevadas durante un mayor porcentaje de la carga, lo que se traduce en menos minutos parados en viajes prolongados. Por ejemplo, modelos como el Kia EV6 es capaz de sostener potencias en torno a 220 kW hasta cerca del 50% de carga, permitiendo recuperar autonomía de forma muy rápida. En cambio, en muchos coches de 400 V las potencias iniciales descienden antes, al verse limitadas por la temperatura y la gestión interna.

Esto no significa que un coche de 400 V quede en clara desventaja. De hecho, para la mayoría de conductores que realizan sobre todo recorridos urbanos o cargas en alterna, la diferencia entre 800 V y 400 V es prácticamente irrelevante. Incluso en viajes largos, la ventaja de 800 V puede reducirse a un ahorro de apenas 10 o 15 minutos en un día completo de carretera, dependiendo de las condiciones de carga.
El beneficio real de los 800 V reside en que, al necesitar menos corriente para entregar una potencia determinada, se genera menos calor. Esto facilita que la batería soporte cargas más intensas sin degradarse ni limitar de forma prematura la potencia admitida. Además, la arquitectura es más sencilla, lo que permite reducir el grosor y peso del cableado, que en un coche moderno es algo importante.

La conclusión es que la arquitectura de 800 V ayuda a estabilizar la curva de carga y aprovechar mejor las estaciones ultrarrápidas, pero siempre y cuando que el diseño del sistema eléctrico y la refrigeración acompañe, por lo que no es suficiente con fijarse en la cifra de voltaje para anticipar el rendimiento en la carga rápida. Lo determinante es el conjunto: tensión nominal, corriente máxima admitida, capacidad de gestión térmica y cómo está configurada la curva de carga por el fabricante.
Un coche de 800 V tiene potencial para marcar diferencias, pero no siempre será más rápido que uno de 400 V, e incluso entre estos últimos puede haber grandes diferencias.