Volkswagen, Audi, BMW: ¿El fin del imperio alemán? Los detalles de una crisis sin precedentes
La industria automovilística alemana atraviesa tiempos convulsos sin precedentes. BMW, Audi y Volkswagen, pilares históricos del sector, se enfrentan a una caída vertiginosa de sus beneficios y a grandes retos que amenazan su futuro.
Las cifras hablan por sí solas y revelan la magnitud de la crisis que está atravesando la industria en Alemania. BMW ha visto cómo sus beneficios se desplomaban un 84% en el tercer trimestre de 2024, pasando de casi 3.000 millones de euros a sólo 476 millones de euros. Audi no se queda atrás con una caída aún más brutal del 91% en sus beneficios. En cuanto a Volkswagen, esta se prepara para poner en marcha un drástico plan de ahorro de más de 10.000 millones de euros y con la amenaza de huelgas este próximo mes de diciembre.
Esta catastrófica situación puede explicarse por una combinación de factores. Para BMW, los problemas de calidad con los sistemas de frenos suministrados por Continental han dañado su reputación. Pero es sobre todo el colapso de las ventas en el mercado chino, donde Xiaomi ya vende más coches eléctricos que BMW, lo que asesta un duro golpe a todos los fabricantes alemanes.
China: de El Dorado a la pesadilla
El mercado chino, que alguna vez fue la tierra prometida para los fabricantes alemanes, se ha convertido en su talón de Aquiles y toda una fuente de dolores de cabeza en cada junta de accionistas.
El imparable impulso de los fabricantes chinos, como BYD, SAIC, Geely, Nio, Xpeng y un largo etc, los gigantes alemanes están perdiendo terreno rápidamente. Más rápido de lo que pronosticaban los peores escenarios. Una competencia feroz en tecnología, pero sobre todo en precios, que está dejando a las marcas europeas en una posición delicada, y en muchos casos, camino de su desaparición total en cuestión de pocos meses.
Audi está intentando un enfoque radical al asociarse con el grupo público SAIC para desarrollar una nueva marca eléctrica dirigida específicamente al mercado chino. Esta estrategia llega incluso a abandonar los emblemáticos aros de Audi, fuerte símbolo de la magnitud de los cambios desesperados para seguir siendo competitivos.
La transición eléctrica: un cambio mal gestionado
La carrera por la electrificación revela las debilidades estructurales de los fabricantes alemanes. En Audi, el retraso de dos años en el Q6 e-tron ilustra las dificultades para dominar las nuevas tecnologías, en particular el software.
BMW, a pesar de un aumento del 10% en sus ventas de vehículos eléctricos, gracias a las buenas cifras en Europa y Estados Unidos, está luchando por mantener sus márgenes en este segmento crucial para el futuro. Pero la caída en China, y ahora la llegada de Donald Trump al gobierno de Estados Unidos y su propuesta de elevar los aranceles a los coches europeos, tiñen de negro el futuro en estos dos mercados para los bávaros.
El grupo Volkswagen no se salva. Su división de software, Cariad, está acumulando retrasos, frenando la comercialización de sus modelos eléctricos, y acumulando una montaña de deudas. Esta debacle incluso le costó el puesto al ex director general Herbert Diess. Ante este fiasco, Volkswagen ha dado un giro estratégico invirtiendo a la desesperada en la estadounidense Rivian, y en la china Xpeng.
Las consecuencias de esta crisis sobre el empleo pueden ser muy duras. En Audi, sólo en el departamento de desarrollo podrían desaparecer hasta 2.000 puestos de trabajo de los 10.000 actuales. Volkswagen está considerando medidas drásticas que incluyen una reducción del 10% en los salarios, congelar los aumentos hasta 2026 e incluso se valora el cierre de fábricas en Emden y Zwickau.
Estos anuncios hacen resurgir el espectro de un conflicto social importante. El poderoso sindicato IG Metall no descarta huelgas a partir de diciembre de 2024, lo que añadirá presión adicional a unos fabricantes muy presionados.
Reinventarse, o morir
Ante estas negras perspectivas, que no podemos olvidar también están complementadas por el impacto de la guerra de Ucrania y el final de gas ruso barato, ha provocado un incremento de los costes energéticos de forma muy importante en una Alemania que atraviesa un momento muy complicado.
Varias son las medidas que necesitan implementar de forma urgente, como la de dejar atrás su suicida estrategia de vender menos pero más caro, que ha sido claramente un error, y que ha permitido a los grupos chinos lograr una ventaja competitiva que ahora será difícil recuperar, pero que lo será más cuanto más dure esta posición.
Esto les permitiría diversificar su negocio, y no depender excesivamente de los segmentos premium en Estados Unidos y China, que supone un gran riesgo por movimientos geopolíticos que puede impactar duramente, como está sucediendo, en los resultados.
Una apuesta por los modelos de precios más accesibles, que además tendrá que ser acompañado por una inversión masiva en software, para no quedarse más atrás también en un aspecto hace poco secundario para los grupos europeos, y que se ha convertido en clave.
Afrontar el diseño de las nuevas generaciones de una forma más innovadora. No puede ser que un coche en 2024 sea diseñado usando los mismos preceptos de los años 90 o 2.000. Algo que provoca que coches lanzados en 2024 lleguen con carencias básicas fácilmente solucionables, como un sistema de carga rápida más potente, un simple cargador inalámbrico para el móvil, asientos con reposapiés, pantallas centrales con equipo de entretenimiento, apertura y cierre de puertas automático, arranque sin botón, carga bidireccional…etc. Y sobre todo, que para acceder a estos elementos no haya que escalar a los segmentos más costosos.
La industria automovilística alemana se encuentra en una encrucijada crítica. Su capacidad para reinventarse rápidamente determinará no sólo su propio futuro, sino también el de la economía europea en su conjunto. Los próximos meses serán decisivos para BMW, Audi y Volkswagen, que deberán demostrar agilidad e innovación para capear esta tormenta sin precedentes.
Por desgracia, las primeras señales no son muy positivas, y el impulso de los fabricantes tradicionales es pisar el freno y apostar de nuevo por las motorizaciones de combustión y los híbridos, como una posible patada adelante que puede ser la última que den tal como los conocemos.