El sueño de una producción europea de baterías en riesgo por la bancarrota de Northvolt
El fabricante europeo de baterías Northvolt afronta una fase crítica con la salida de su presidente y el anuncio de la petición de acogerse al proceso de bancarrota en Texas, Estados Unidos.
La idea era fantástica. Poner en marcha en Europa una instalación capaz de fabricar baterías desde cero para alimentar las necesidades de millones de coches eléctricos cada año. Un proyecto bandera que animaría otras inversiones similares y que permitirá reducir la dependencia de China. Así era el objetivo de una Northvolt que ahora encara un proceso de restructuración con la salida de su fundador y director ejecutivo, y la búsqueda de un rescate a vida o muerte.
La historia es muy compleja, pero básicamente se puede resumir en que la empresa recibió una cantidad de dinero en inversión equivalente al PIB de los países pequeños, prometió fabricar muchas baterías, pero no lo logró.
En medio, acusaciones de falta de capacidad de su presidente, Peter Carlsson, que acaba de anunciar su dimisión, así como también acusaciones de sabotaje de los proveedores chinos, que no se ha podido probar pero ha añadido más madera a una situación por momentos esperpéntica.
El principal problema ha sido que, a pesar de contar con una línea de crédito casi ilimitada, con inversión de fabricantes de coches, de camiones y autobuses, así como del gobierno sueco o la UE, incluyendo el mayor préstamo verde de la historia de Europa, Northvolt no ha sido capaz de cumplir con sus objetivos de entrega, lo que ha provocado un efecto dominó con cancelaciones de grupos como BMW o Scania, y la acumulación de una deuda de 5.800 millones de dólares.
Producir los bienes que desea vender es el primer capítulo del curso básico de economía empresarial. Northvolt nunca logró cruzar ese umbral. Eso fue lo que hizo que la empresa cayera.
Ahora, Northvolt ha pedido entrar en el proceso de bancarrota, pero lo ha hecho en Texas usando lo que se llama como «capítulo 11». Un movimiento cuando menos extraño para una empresa radicada en Estocolmo, que busca de esta forma usar un formato que otorga mayor protección a los directivos salientes frente a posibles malas prácticas.
Así lo ha explicado a la prensa sueca Bo Becker, profesor de economía financiera en la Facultad de Economía y experto en el Capítulo 11.
«A menudo se intenta corregir los problemas tanto en el balance como en el negocio mediante el Capítulo 11, pero los problemas de producción en Skellefteå no sé si se podrán solucionar mediante la protección por quiebra«.
Curiosamente, algunos inversores han querido echar balones fuera con argumentos de que Suecia era demasiado pequeña para una inversión de estas dimensiones, y que los medios suecos boicotearon el proyecto con malas noticias constantes, como la de los altos niveles de amoníaco, que ponían en peligro a sus empleados.
La lección que los inversores deben aprender de Northvolt no es que los medios suecos sean malos y que el país es demasiado limitado para proyectos ambiciosos, sino esto: si inicias un negocio, es bueno ser competente, especialmente cuando se trata del dinero de otras personas.
La buena noticia es que parece que Northvolt ya es demasiado grande como para caer completamente, y la salida de la actual directiva abre una vía de esperanza de que nuevos gestores, más competentes, puedan enderezar el rumbo y volver a reactivar el sueño de una producción de baterías europea.