
China elimina la dirección mecánica obligatoria y abre la puerta a sistemas por cable
China ha aprobado una nueva norma que elimina la obligación de dirección mecánica en los coches. Desde 2026 se podrá usar dirección por cable con estándares de seguridad muy estrictos y que abre la puerta a una nueva era de conducción autónoma.

China acaba de dar un paso importante en la evolución del coche eléctrico y la conducción autónoma. A partir del 1 de julio de 2026 entrará en vigor una nueva norma nacional que elimina la obligación de contar con una conexión mecánica directa entre el volante y las ruedas. En su lugar, se permitirá el uso completo de sistemas de dirección electrónica o "steer-by-wire", sin necesidad de respaldo mecánico.
Esta nueva normativa no llega sola. Se ha trabajado en ella junto a fabricantes como Nio, Xpeng, BYD, Geely, Xiaomi y Huawei, así como con marcas internacionales que operan en China como Toyota (a través de su centro de desarrollo de coches eléctricos en el país) o Mercedes-Benz China. Su alcance es amplio: abarca desde turismos hasta vehículos comerciales, adaptándose a distintas arquitecturas de dirección y niveles de automatización.
El caso más destacado es el del Nio ET9, que se ha convertido en el primer coche producido en masa en China con un sistema de dirección totalmente electrónico, sin ningún tipo de conexión mecánica de respaldo. Otros modelos, como el Infiniti Q50, ya utilizan esta tecnología, aunque aún mantienen una conexión física como medida de seguridad. También se ha visto en el Tesla Cybertruck o el IM L6, pero el ET9 marca un antes y un después en lo que se refiere a despliegue comercial sin concesiones.
Un nuevo marco para la seguridad y la validación

La norma no se limita a permitir esta tecnología, también fija una serie de requisitos funcionales y de seguridad muy estrictos. Por ejemplo, se alinea con las enmiendas más recientes del reglamento internacional UN R79, y exige que los sistemas electrónicos cumplan con los niveles de seguridad funcional ISO 26262. Además, se exige redundancia en los sistemas: si falla un componente, debe haber otro que pueda tomar el relevo de forma inmediata.
También se establecen escenarios de fallo para comprobar el rendimiento del sistema ante problemas en el suministro eléctrico, fallos en el control o en la gestión energética. El envejecimiento de la batería o la caída de rendimiento deben ser detectados y monitorizados en tiempo real, con alarmas que avisen al conductor o al sistema de control del vehículo.
Los fabricantes deberán presentar documentación técnica detallada sobre la seguridad de estos sistemas, que podrá ser revisada y validada de forma aleatoria por las autoridades. La norma aclara cómo deben hacerse las pruebas en caso de fallo de dirección, cómo medir el esfuerzo necesario para girar las ruedas en situaciones críticas y cómo validar que el sistema es seguro antes de su lanzamiento comercial.
Este cambio normativo no solo permite avanzar tecnológicamente, también establece un marco claro para el diseño, pruebas y homologación de coches con dirección electrónica. Es un paso más hacia un futuro donde los componentes mecánicos dejarán paso a soluciones digitales, con todas las ventajas en eficiencia, precisión y adaptación a la conducción autónoma que eso implica.



